Esta es una nueva sección de CATABUENVINO para hablar de todo aquello que siendo liquido no es vino. Es un cajón de sastre donde meteremos un poco de todo.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

SE VIENE LA OKTOBERFEST

Desde que una boda instituyera en 1810 el democrático lema de «bebida para todos», Múnich celebra su colosal fiesta, que este año dura hasta el 3 de octubre. Siete millones de litros de cerveza, otros tantos visitantes...500.000 pollos asados, 150.000 salchichas... Son las colosales cifras que baraja el Oktobertfest. 

El que da su beneplácito a la primera jarra de cerveza es el presidente de Baviera, estado del que es capital Múnich. Y el que se la sirve, el propio alcalde de la ciudad tras asestar un par de mazazos al barril inaugural de la fiesta. Y a partir de ahí, comienza un no parar de desfiles de trajes tradicionales, ferias culinarias, atracciones, bandas de música, concursos de tiro al arco... y lo que se tercie. La sede del invento es la explanada de Santa Teresa o Theresienwiese (Wiesn). La entrada es gratuita pero, una vez allí, los precios no bajan de entre 8,70 y 9,20 euros la jarra de litro. Por si acaso, los domingos están destinados a las visitas en familia, con descuento incluido.
Para los más curiosos, el primer Oktoberfest se remonta a 1810, cuando se celebró la boda entre Luis I de Baviera y Teresa de Sajonia bajo el lema bebida para todos. El festejo tuvo tanto éxito que, 201 años después, es toda una leyenda. Eso sí, la cerveza está sometida a la Ley de Pureza de 1516, que sólo permite producirla con cebada, agua, malta y lúpulo. Quien quiera adentrarse un poco más en la evolución de la fiesta puede participar en los recorridos guiados por Santa Teresa (se suelen montar sólo 16 gigantescas carpas), que se lleva a cabo en varios idiomas.

El universo alcohólico de Múnich lo completan los clásicos jardines de cerveza(biergärten), terrazas al aire libre donde se suelen reunir propios y extraños en torno aun ancestral castaño (al menos, así lo marcaba la tradición...) para degustar su bebida preferida. La culpa la tuvieron los bodegueros, que decidieron despachar su producto directamente, sin intermediarios, con el consiguiente mosqueo de los taberneros. Éstos protestaron ante Luis I, quien despachó el problema permitiendo que las terrazas sirvieran bebida, pero no comida. De esta manera, los que quisieran acompañar sus jarras con algún tipo de vianda debían traerla de casa. Uno de los jardines más agradables es el de la Plaza del Mercado, con puestos de queso, carnes de caza, frutas exóticas, salchichas XXL o delicatessen para rematar el picnic.

Quien no quiera pasarse por el Oktoberfest puede quedarse en las llamadas Casas de la Cerveza que salpican la ciudad. Se trata de enormes tabernas tradicionales bávaras dependientes de las distintas fábricas cerveceras de la zona. En algunas como la Hofbräuhaus de la calle Platzl caben hasta 300.000 personas acodadas en larguíiiisimas hileras de bancos de madera. Entre las favoritas de los muniqueses también figura Agustiner, en Neuhauserstrasse, en pleno centro. Lo suyo es acompañar la bebida con más que generosos codillos o salchichas de la casa siempre que a uno le apetezca desayunarlas, ya que no suele ser muy habitual pedirlas a partir de las 12 del mediodía.

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