En sus manos nace este doble fermentado (en depósito y posteriormente en botella) de cebadas valencianas, belgas y alemanas, cerveza hecha con mimos y profesionalidad, de las que coordinan el aspecto visual con el paso por boca: ambarina turbia anaranjada, sedosa, fresca, equilibradamente amargosa y equilibradamente intensa. En un juego de contrarios, los membrillos que abordan la nariz carecen de dulzor al beberla, las nueces y las mermeladas son ácidas en boca, mientras que las almendras amargas se tornan dóciles al vestirse con el tacto de las levaduras.
Intensa, plena y amplia, excita el deseo de que nadie ponga frenos ni ataduras, pues cada paso que da una persona como Diego es una nueva experiencia, otro placer.